(Publicado originalmente el 6 de agosto del 2020)
Como siempre, el sensacionalismo mediático y el sentimentalismo vacuo han logrado opacar la magnitud del impacto humano y la trascendencia geopolítica de la explosión en Beirut, la capital de la Perla de Medio Oriente. Enumeré 6 claves para evaluar las dos posibilidades de sabotaje intencional o explosión accidental.
¿SABOTAJE?
UNO – SABOTAJE. Existe la probabilidad que la explosión en Beirut fue un acto de sabotaje y hay evidencia suficiente para ameritar deliberación a esta hipótesis, especialmente considerando el sabotaje de infraestructura iraní en junio y julio de este año. Analistas de seguridad, periodistas y el propio Donald Trump ya han afirmado esta posibilidad, apuntando a Israel como el primer sospechoso. El periodista israelí y especialista en seguridad, Richard Silverstein, a través de una “fuente confidencial altamente informada” confirmó que Israel causó la explosión.
“No sabían — o si sabían no les importó — que habían 2 mil 700 toneladas de nitrato de amonio almacenados en la bodega contigua”, aseguró Silverstein. El académico iraní, Kaveh L. Afrasiabi consideró como igualmente factibles ambas posibilidades: detonación accidental y ataque intencional.
El Presidente Donald Trump, en su típica costumbre de hablar sin pensar y revelar información confidencial, afirmó que inteligencia militar le había asegurado que fue un ataque con “algún tipo de bomba“. El Pentágono se vio forzado a salir a disimular desconocimiento y contradecir al Presidente. Pero si algo hay que reconocerle a Trump es que habla sin pelos en la lengua; es más probable que cometió un faux pas confirmando lo que el Pentágono observó con sus vuelos de reconnaissance (reconocimiento) en los minutos posteriores a la explosión.
DOS – INFRAESTRUCTURA. Por el puerto de Beirut ingresan 80% de las importaciones de Líbano, así como entre 65 y 85% de los insumos alimenticios del país. Además, la explosión aniquiló 85% de todos los cereales de Líbano, almacenados en silos de esa ciudad porteña, por lo que expertos advierten que se avecina una escasez de alimentos y una devastadora crisis alimenticia, tal y como lo denunció este pasado 16 de junio, el líder de Hezbollah, Sayyed Hassan Nasrallah, experto en la guerra híbrida, cuando aseguró que EU quería causar hambruna en Líbano como parte de la guerra multidimensional contra Hezbollah.
La explosión también destruyó las operaciones logísticas de ayuda humanitaria a Siria en un momento crucial para su reconstrucción. En efecto, el evento “aprieta” el bloqueo económico a Siria, sofocándola aún más. Incrementa exponencialmente la presión sobre la red infraestructural Líbano-Siria-Iraq-Irán, cadena central del Eje de Resistencia contra las operaciones estadounidenses e israelís en la región.
Por otro lado, desde junio de este año, Irán ha sido objeto de sabotaje israelí en su infraestructura crítica (nuclear e industrial), llamando la atención del respetado Bulletin for Atomic Scientists, quienes identificaron abiertamente a Israel como responsable de estos ataques. El sabotaje del Puerto de Beirut sería una acción más en las operaciones israelís contra el Eje de Resistencia.
Sin duda, un golpe excepcional, tan devastador para la infraestructura y la psique libanesa percute contra Líbano en su momento más frágil. Desde el año pasado, Líbano arrastra una devastadora crisis económica, en gran parte propiciada por un esquema piramidal de corrupción mediante el cual figuras políticas utilizaron el Banco Central como botín personal, robando cantidades impensables en los miles de millones de dólares (billones). Ademas, este posible sabotaje socava aún más la soberanía libanesa, que nunca ha podido ejercer plenamente desde su semi-independencia.
¿QUIÉN SE BENEFICIA?
TRES – INTERESES. Antes que nada, hay que preguntar ¿qué intereses se benefician? En este sentido, Israel es el sospechoso número uno. Israel codicia territorios y recursos hídricos libaneses y siempre ha considerado a un Líbano soberano con un Hezbollah resistente como una amenaza a sus intereses regionales. No obstante, ni Israel ni EU quieren guerra contra Líbano — como ocurrió en 2006 — ni tampoco quieren destruir el país como entidad política — como quieren en Siria — pero sí buscan un cambio radical del régimen político-económico y una nueva correlación de fuerzas dentro del país.
Es por ello que las próximas semanas serán determinantes: Líbano se podría consolidar como un “statelet“, una enclave sin soberanía completa, bajo la tutela compartida de potencias extranjeras (Francia, EU, Israel), así como instituciones transnacionales (FMI, Naciones Unidas). Es el escenario ideal para Israel, que busca someter las fuerzas políticas libanesas y debilitar a Hezbollah lo más posible. Por otro lado, existe clamor por sectores libaneses minoritarios — incluso hay una petición formal — para retornar a Líbano a un mandato francés, es decir, Francia se apoderaría de su vieja colonia.
Precisamente este 6 de agosto, Emmanuel Macron, presidente de Francia, recorrió Beirut, luego de anunciar apoyo condicionado: exhortó a un “nuevo orden político” bajo vigilancia de órganos internacionales como el FMI, advirtiendo que “no habrán cheques en blanco“.
No se debe subestimar el papel que jugará Francia en el futuro de Líbano, ya que Francia continúa siendo una potencia en la zona geopolítica de la Europa Marítima y el Magreb, particularmente en sus antiguas colonias: no hay que olvidar el papel crucial que desempeñó Francia en la destrucción de Libia en el 2011, ni perder de vista el neocolonialismo financiero que ejerce en África.
INSTITUCIONES CARCOMIDAS
CUATRO – CORRUPCIÓN. La otra hipótesis, por el momento la postura oficial de las autoridades y medios de comunicación, es la de una explosión accidental, que de un minuto para otro, dejó sin un hogar donde vivir a 300 mil habitantes dentro de la zona de impacto, en un país donde 50% de la población vive en condiciones de pobreza.
Esto agudiza la crisis económica que viene arrastrando Líbano desde el año pasado, cuando salió a la luz que figuras políticas estaban implicadas en el desvío dantesco de miles de millones de dólares. El escándalo, además de propiciar una fulminante fuga de capitales y un estrepitoso colapso financiero, también generó protestas comenzando el 17 de octubre del 2019. Las manifestaciones se alargaron por meses y continúan esporádicamente hasta el momento.
La crisis política en la que ha estado sumida Líbano desde el 2019 ilustra la corrupción, ineptitud y falta de compromiso de sus autoridades. Esto no es asunto de figuras individuales, sino de problemas estructurales arraigados en una economía altamente desigual, dependiente en el lavado de dinero; así como problemas sistémicos en su régimen político, cuyo esquema confesional se presta al clientelismo, nepotismo y demás modalidades de corrupción. Esta corrupción estructural permea hasta el más mínimo nivel en la función pública.
CINCO – ACCIDENTE. Elijah Magnier, especialista en Medio Oriente y analista de riesgo político, calificó la administración del Puerto de Beirut como “una clase de mafia local compuesta por funcionarios de alto nivel, directores de aduanas, y agentes de seguridad”.
Este esquema está atado por la corrupción y la complicidad, donde cada uno tiene la oportunidad de enriquecer si saben navegar esta red de mafiosa. Fue en estas condiciones que 2 mil 700 toneladas de nitrato de amonio permanecieron incautadas en condiciones menos que óptimas desde el 2013.
Tomó años de degradación y negligencia para llegar a las condiciones químicas, cinético y climatológicas perfectas para que el 4 de agosto, a las 6:06, hora local, se registrara la primera explosión. El resto es historia.
SILENCIO EN LA TEMPESTAD
SEIS – SILENCIO. Existen diversos análisis respaldando ambas hipótesis, incluso una teoría sobre una nueva arma táctica israelí, presuntamente fue esto lo que observó el Pentágono e informó al Presidente Trump. El analista geopolítico y periodista, Pepe Escobar, escribió: “Mi instinto y todas mis líneas de investigación me dicen que esto huele demasiado raro. Es como si hubiera un pacto de silencio que acordaron todos los actores principales: digamos que fue un accidente, porque si excavamos hasta el fondo de lo que ocurrió — y lo revelamos — implica lo impensable: guerra total”.
¿Accidente o sabotaje? Ambas posibilidades son viables, pero el impacto geopolítico en la región es inequívoco. La ilusoria soberanía libanesa respiró su último aliento en las brasas de Beirut y se esfumó junto con el tórrido humo que tornó fúnebre los cielos de la Perla de Medio Oriente.
Tal vez nunca se sepa la verdad de los hechos. Tal vez algún día salga a la luz la verdad de este evento. Lo que es innegable es el doloroso impacto humano y la perniciosa tempestad geopolítica que se avecina.