(Publicado originalmente el 13 de agosto del 2020)
KAMALA HARRIS, senadora y ex-fiscal general del estado de California, es la candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos para la fórmula Demócrata, junto con el senil Joe Biden, anterior vicepresidente con Barack Obama y actual candidato presidencial. Es obvio el porqué la escogieron y no lo hizo Biden — él ya no tiene las facultades mentales, mucho menos políticas, para tomar este tipo de decisión.
POLITIQUERÍA IDENTITARIA
Por el lado de identity politics (política identitaria), Harris es de descendencia mixta tamil (de la India) y jamaicana, algo que juega muy bien con el electorado demócrata que usa la politiqueria de identidades para valorar candidatos, sin importar sus posiciones políticas sustanciales.
Pero para las minorías afro-americanas, latinas, y demás, Harris es lo mismo de siempre: en lo económico, ve la pobreza como una falla moral individual y no una condición material estructural; en lo social, piensa solo en términos mecanísticos de capital humano y no en humanidad; en la justicia, privilegia lo punitivo sobre lo restaurativo; y en lo político, no puede haber candidata más tradicional, del mismo liberalismo trillado que perdió las elecciones ante Donald Trump en el 2016.
LA FISCAL DEL CAPITALISMO CARCERAL
COMO FISCAL GENERAL en California, Harris ejerció el cargo con una mano dura similar al republicano más conservador, lo que señala al electorado moderado y el establishment político y económico, espantados por las protestas de Black Lives Matter, que todavía tienen cupo en el Partido Demócrata; para ellos, Harris les ofrece una dosis de orden público patente y represión disimulada, una cara amable a la burocracia de seguridad nacional.
Como fiscal de distrito y fiscal general, Harris llenó las cárceles de latinos y afro-americanos por cargos de posesión inocua de drogas y narcomenudeo menor, en una estrategia ampliamente conocida y documentada para alimentar de ganancias al complejo carceral industrial (prison industrial complex). Penalizó el absentismo escolar, criminalizando sin salida en su mayoría a madres y padres de familia de bajos recursos y mamás solteras en situación de vulnerabilidad.
Luchó contra la rendición de cuentas policial y se opuso a reformas progresistas en material de justicia. Luego de meses de multitudinarias protestas nacionales contra la violencia policial y el racismo, se esperaría una candidata menos conservadora — todo menos una “top cop”. Pero las élites partidistas no responden a los movimientos sociales ni la opinión pública, los intereses son otros, al igual que las figuras detrás…
CONSENTIDA DE LA OLIGARQUÍA
ANTE WALL STREET la designación despertó emoción. Los mercados reaccionaron favorablemente y la bolsa de valores registró un ascenso generalizado ante el anuncio, especialmente las corporaciones de prisiones privadas. Como reportó el medio especializado en negocios y finanzas, CNBC, ejecutivos de Wall Street “celebraron” el nombramiento de la Senadora Harris y “deliraron sobre su experiencia en el gobierno y su destreza para recaudar fondos [para la campaña]”.
Cabe recordar que en su momento, cuando aún pugnaba por ser la candidata presidencial, Kamala Harris era la aspirante con más donantes billonarios respaldando su campaña, según el récord oficial.
EN CONJUNTO, todo esto y más, como su imagen pública minuciosamente manufacturada y su ferviente ejército digital, le da probada experiencia y amplia legitimidad — al menos ante el selectorado oligárquico estadounidense — para llenar la silla presidencial cuando Biden inevitablemente renuncie o se vea incapacitado para ocupar el cargo.
Es un secreto a voces abiertas en el circuito de Washington D. C. que Harris es una “placeholder“, un comodín que reemplazará a Biden tarde o temprano, si es que llegan a derrotar en la elección general a Donald Trump, quien ya prepara una campaña despiadada por la vía electoral y extrajudicial para que él y su jauría dominen las riendas del poder desde Casa Blanca por cuatro años más.