
Tromba de Obsidiana
Luis Andrés Rivera Levario. Vocero de Salvemos los Cerros de Chihuahua.
Hace más de una década, las máquinas arrasaron con la vegetación del Río Sacramento. Tuvieron que pasar alrededor de trece años para que las jarillas, los álamos y los sauces volvieran a crecer, devolviéndole al cauce su sombra, su humedad y su vida. Pero esta semana, la historia se repitió.
Las máquinas al servicio de CONAGUA desmontaron cerca de tres mil metros cuadrados de vegetación ribereña. Cientos de jarillas y decenas de árboles fueron retirados bajo el argumento del “desazolve”.
Si para “mantener” un río hay que destruirlo cada diez años, entonces no hablamos de manejo, sino de una forma extractivista de control territorial, quizá incluso encubridora de la extracción de materiales pétreos, como sugieren las imágenes compartidas por vecinas y vecinos.
La vegetación ribereña no es basura: es estructura viva que da estabilidad al cauce, filtra el agua y sostiene la biodiversidad. Sin ella, los bordes se erosionan, el agua se calienta y el río pierde su capacidad natural de regenerarse.
El Sacramento no necesita que lo limpien a máquina, sino que lo escuchen. Si las instituciones no pueden cuidarlo, lo haremos quienes vivimos junto a él: las personas que entendemos que un río no se “gestiona”, se respeta.
Por eso, desde Salvemos los Cerros de Chihuahua exigimos que CONAGUA transparente los permisos, estudios y justificaciones técnicas que avalan estas acciones, y que PROFEPA investigue la posible extracción de materiales pétreos en el área.
Defender al Sacramento no es sólo cuidar un cauce: es defender el derecho de toda una ciudad a tener agua, sombra y vida.
