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Tromba de Obsidiana

Luis Andrés Rivera Levario. Vocero de Salvemos los Cerros de Chihuahua.

¿Qué tiene que ver el genocidio con nuestra patria chica, el norteño y más grande estado de la república federal mexicana? Mucho. Nuestra historia está marcada por el genocidio conocido como “las guerras apaches”, parte de un proceso de colonización brutal que, como en el resto del continente, sigue dejando secuelas de despojo, racismo y violencia. Esa historia nos obliga a mirar de frente otros genocidios, aunque ocurran lejos en el mapa. El crimen nazi contra el pueblo judío nos sigue interpelando, así como también nos interpela —por su brutalidad y consecuencias actuales— el apartheid y la limpieza étnica que sufre el pueblo palestino. La memoria no puede ser selectiva.

Por eso, cuando pueblos como el palestino sufren crímenes de lesa humanidad, Chihuahua no ha sido indiferente. Todo lo contrario. Ejemplo de ello es la compañera “Pato Negro”, artista y activista que ha puesto a nuestro estado en el mapa de la solidaridad internacional. Con su arte, su voz y su labor organizativa ha visibilizado la causa palestina desde México, recordándonos que la defensa de la dignidad humana no tiene fronteras.

Lo mismo puede decirse de la compañera L. S., del colectivo Sandía Libre, artista visual y defensora del territorio que ha acompañado con compromiso la lucha ambiental de Salvemos los Cerros de Chihuahua. Ella y otras doce personas mexicanas que actualmente participan en la Marcha hacia Gaza representan lo contrario de la hipocresía: son luz en su casa y en el mundo. Nuestra casa está donde haya personas indefensas siendo víctimas de la injusticia. Que Dios las cuide, especialmente ante las amenazas del gobierno egipcio de desaparecer forzadamente a quienes se solidarizan con Palestina.

Pero no todas las personas en Chihuahua se conducen con dignidad. Hay también quienes eligen la complicidad. ¿Hay algo peor que apoyar a los nazis? Tal vez hacerlo dos veces. Durante la Segunda Guerra Mundial, sectores de la derecha mexicana simpatizaron con el fascismo. Hoy, algunos funcionarios del Gobierno del Estado repiten esa historia de vergüenza: mienten para encubrir relaciones turbias con estructuras que hoy cometen crímenes internacionales.

Es el caso de la Junta Central de Agua y Saneamiento (JCAS), que desde 2023 mantiene un acuerdo comercial con la empresa MASHAV, del Estado de Israel. Bajo el pretexto de “intercambio tecnológico para el cuidado del agua”, este acuerdo blanquea la imagen internacional de un gobierno señalado por múltiples organismos de derechos humanos por crímenes de guerra y apartheid. El pretexto es además inverosímil: Chihuahua y el territorio israelí no comparten ni condiciones geográficas, ni escalas agrícolas, ni acceso al agua. La desalinización, usada en Israel, es una técnica costosa y ambientalmente cuestionable, imposible de aplicar en un estado sin mar como el nuestro.

El resultado de este acuerdo no ha sido una mejora hídrica para Chihuahua, sino una muestra de alineamiento político con un régimen opresor. Lo más grave es que, cuando organizaciones como Sandía Libre o Salvemos los Cerros de Chihuahua han exigido respeto a la Ley Estatal de Aguas y protección a nuestros ecosistemas, la JCAS ha respondido con mentiras descaradas, ignorando sus propias obligaciones legales. Esa actitud encaja perfectamente con el cinismo y cobardía de quienes blanquean a genocidas.

Pero así como cayeron los nazis, el régimen que somete a Palestina también caerá. La Marcha hacia Gaza avanza con la solidaridad de miles en todo el mundo: del mundo árabe, de Europa, de América Latina. Naciones como España, Francia, Colombia o Brasil alzan la voz. Solamente el respaldo de Estados Unidos mantiene a flote a un Estado que basa su poder en el despojo, el racismo y la represión. Pero hasta las potencias militares se derrumban cuando su base es la injusticia.

En Chihuahua no estamos del lado de los verdugos. Nuestra historia también está hecha de resistencia. Si el gobierno estatal persiste en mentir para justificar lo injustificable, el juicio de la historia será implacable. Algún día, sus hijos y nietos mirarán con vergüenza sus acciones. Mientras tanto, nuestras comunidades podrán mirar al pasado con la frente en alto, sabiendo que hubo quienes alzaron la voz ante los crímenes más horrendos que ha presenciado la humanidad.

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