
Tromba de Obsidiana
Luis Andrés Rivera Levario. Vocero de Salvemos los Cerros de Chihuahua.
En Chihuahua, la lucha por proteger nuestros cerros y ríos no solo se libra en tribunales o en las calles, sino también en el terreno del arte y la cultura, donde la fotografía, la pintura y la arquitectura se convierten en medios poderosos para visibilizar la belleza, la identidad y la destrucción de nuestro entorno.


Un ejemplo reciente es la exposición fotográfica Sin Cerros No Hay Chihuahua, del fotógrafo y explorador de National Geographic, Armando Vega, en colaboración con Conexiones Climáticas. Sus imágenes nos muestran, de manera simultánea, la majestuosidad de nuestros cerros y las heridas que les inflige la actividad humana, ofreciendo una mirada que conjuga estética y conciencia ambiental.
Otro caso significativo es la exposición Las Tapias, de Sergio Rodríguez García, actualmente en el Palacio de Gobierno Municipal. Resulta paradójico que, después de las fuertes protestas en ese espacio por la protección de los cerros, ahora la denuncia y la memoria visual se presenten desde adentro del mismo edificio. La obra menciona de manera explícita o simbólica la Sierra Nombre de Dios, el Cerro Arewakawi, el Cerro del Mármol y el Cerro Coronel, lugares emblemáticos de la ciudad que representan tanto resistencia como destrucción.



Además, estos mismos paisajes y símbolos se reflejan en la tesis arquitectónica de Gabriel Díaz Montemayor, quien los considera parte de la periferia central de la ciudad y enfatiza su valor en términos de identidad y paisaje urbano. Montemayor plantea la urgencia de proteger estos espacios ante la creciente ola de destrucción causada por la urbanización y los intereses económicos y políticos.
Lo notable es que arte y ciencia coinciden en su diagnóstico. Estudios como el Estudio Base para el Plan Hídrico Municipal, realizado por INPLAN, advierten que los cambios de uso de suelo en las cuencas formadas por estos cerros alteran el ciclo hidrológico y pueden provocar graves desequilibrios, como las inundaciones que hemos experimentado. No se trata únicamente de una cuestión estética; se trata de supervivencia, de preservar ecosistemas que sostienen la vida en la ciudad y sus alrededores.
Por ello, los intentos de algunas autoridades, como el gobierno municipal, de negar la existencia de estudios o justificar la destrucción, no son otra cosa que una proyección de intereses económicos. Lo que realmente no tiene justificación es seguir lucrando con el territorio y con los elementos que lo sostienen, siendo uno de ellos el paisaje.
El arte, al igual que la ciencia, nos recuerda que defender nuestros cerros es defender nuestra identidad, nuestro derecho a un medio ambiente sano y, en última instancia, nuestra propia supervivencia.