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Por Huizar Flores — Entre la nieve y la expectativa, aterrizó por la mañana del 7 de enero un lujoso Boeing 757 privado en el Aeropuerto Internacional de Nuuk en la capital de Groenlandia. A bordo, el hijo del presidente electo de Estados Unidos. Llegó como turista, según Donald Trump Jr., sin reuniones con autoridades ni eventos oficiales. Pero pesaba sobre su viaje y en la mente de todos la propuesta—no, la necedad—del presidente entrante de anexionar a Groenlandia a la Unión Americana, sí o sí.

Y junto con Groenlandia, integrar a Canadá, invadir a México y retomar el Canal de Panamá. Horas después, en conferencia de prensa desde su residencia Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, el mandatario electo Donald Trump redobló su énfasis y volvió a insistir en cada una de sus demandas, sin descartar la acción militar ni la coerción económica. Aprovechó para agregar otra impetuosa exigencia: renombrar el Golfo de México al Golfo de América.

Aunque en la superficie estas exigencias podrían parecer irracionales—bravuconería típica del magnate estadounidense—la verdad es que son totalmente racionales dentro de la lógica geopolítica de Donald Trump y su camarilla, especialmente desde la perspectiva de “intereses de seguridad nacional“.

Mucho se podría analizar y mucho se ha dicho, sobre los intereses comerciales y la dimensión económica de estas propuestas. Desde la apertura del Northwest Passage, el estratégico Paso del Noroeste, que conecta el Atlántico con el Pacífico a través del Ártico, con el derretimiento de los polos; así como los recursos naturales en la zona; hasta la obvia utilidad infraestructural que representa el Canal de Panamá.

Poco se ha hablado del aspecto de seguridad. Este será el enfoque del presente análisis: la geopolítica de defensa que podemos apreciar a partir de las intenciones de Donald Trump de adquirir estos territorios. Primero, debemos comprender que los planes del mandatario estadounidense forman parte de un existente proyecto geopolítico, ahora con los rasgos añadidos del nacional-populismo del movimiento MAGA.

FORTRESS AMERICA Y CARACTERÍSTICAS GEOPOLÍTICAS

En la visión geopolítica, el mundo se divide en tres dominios geoestratégicos, actualmente controlados en parte por superpotencias: Eurasia (Rusia), Indo-Pacífico (China), y el Dominio Marítimo (Estados Unidos y los poderes Atlanticistas). Por debajo, están las regiones geopolíticas, en este caso la región que nos atañe es la de North y Middle America, que incluye América del Norte, América Central y el Caribe.

La división geopolítica del mundo.

De Groenlandia a Panamá, pasando por Canadá y México, éste es el proyecto geopolítico de Norteamérica. Ha tenido variantes a través de los años, desde el TLCAN como tratado comercial, hasta la hipotética Unión Norteamericana por el lado de la integración política, una propuesta no muy disimilar a la unión panamericana que planteó el propio AMLO en su momento, por cierto.

Pero en el caso de la política exterior de Make America Great Again, la variante del proyecto es Fortress America. Fortaleza América. Es Norteamérica para los “americanos“. Ante la consolidación de polos regionales de poder en el mundo, la respuesta para EE.UU es la integración de Norteamérica—bajo tutelaje gringo.

Antes de profundizar en el cerco de defensa que representa Fortress America, debemos tener claras las siguientes características geopolíticas que rigen las imperativas del proyecto:

  • El historic core (corazón histórico) del país en el Atlántico Norte-Costa Este, en torno a Nueva York-Boston-Philadelphia-Washington D.C.
  • El soft underbelly (flanco vulnerable) en la costa sur del Golfo de México y las borderlands (franja fronteriza) con México
  • El gateway (puerta de acceso) de Groenlandia y el Paso del Noroeste conectando Atlántico Norte-Ártico-Pacífico
  • El gateway del Canal de Panamá, como conector entre dos océanos y con acceso al “mar interno” norteamericano del Golfo-Caribe

Entendiendo estas claves geopolíticas, miremos hacia el norte, donde Groenlandia y el Escudo Laurentino se erigen como piezas fundamentales en el rompecabezas defensivo de EE.UU.

GROENLANDIA Y EL ESCUDO LAURENTINO

Estados Unidos solo ha sufrido invasiones en dos ocasiones en los casi 250 años de su historia (1812 y 1916). En gran parte, esto es así por la protección que ofrecen los océanos en sus flancos litorales, así como un vecino militarmente insignificante al sur. Pero, ¿y qué del norte? En el norte, está el Escudo Laurentino.

Desde el extremo sur de Canadá hasta las gélidas capas de hielo de Groenlandia y el Archipiélago Ártico, el Escudo Laurentino ha sido por miles de años una fortaleza natural que custodia el continente. También conocido como el Escudo Canadiense, el Escudo Laurentino es una formación geológica que abarca una vasta área de terrenos escabrosos y suelos someros, atravesado por innumerables ríos y lagos, con significantes depósitos de minerales estratégicos y acuíferos de agua dulce. Su lejanía, junto con sus barreras naturales, presentan una limitada accesibilidad que dificulta cualquier incursión extracontinental. Sumado a su clima extremo, provocan dificultades logísticas que impiden operaciones militares de gran escala.

Escudo Laurentino: defensa litoral.

El Escudo, como una de las principales características geoestratégicas del continente, dota a América del Norte de lo que se conoce en la ciencia militar como “strategic depth” (profundidad estratégica). Es decir, una zona de amortiguamiento defensivo que ofrece protección entre los litorales del norte y los centros de gravedad (ciudades y zonas productivas) de Estados Unidos y Canadá.

ÁRTICO, NUEVO TEATRO DE COMPETENCIA GLOBAL

Sin embargo, con el derretimiento acelerado del hielo en el Ártico, se abren nueva rutas de acceso al continente, como el mencionado Paso del Noroeste entre Groenlandia, Canadá y el Ártico. La zona será cada vez más accesible y transitada, tanto comercial como militarmente, en particular por los adversarios de EE.UU, como apuntó explícitamente Trump. Con una mirada desafiante hacia los reporteros desde su lujosa casa de transición en Mar-a-Lago, el presidente-electo retó al mundo:

“No necesitas ni binoculares, solo miras afuera. Tienes barcos de China por todas partes. Tienes barcos de Rusia por todas partes. No vamos a permitir que eso suceda. No vamos a permitir que suceda”, afirmó. Estados Unidos estaría al pie de lucha en el nuevo teatro de competencia geopolítica, el Ártico.

Paso del Noroeste: competencia en el Ártico.

Desde la Guerra Fría, Groenlandia ha servido como destacamento militar estadounidense, con el establecimiento de la Base Aérea Thule en 1951, proporcionando a la OTAN con capacidades de proyección militar en el Atlántico Norte, con cobertura aérea, sistemas de radar, detección de submarinos, entre otras. Durante los momentos más tensos de la Guerra Fría, la inmensa isla glacial sirvió como un gigante portaaviones en medio del Atlántico Norte.

La adquisición formal de Groenlandia sella el flanco norte de Norteamérica y otorga mayor margen de maniobra a EE.UU en el Atlántico Norte y el Ártico. Junto con la hipotética anexión de Canadá, o por lo menos su sometimiento político con la caída del gobierno del pusilánime Justin Trudeau y el ascenso de un gobierno más cercano a Trump, se formalizaría la integración de la totalidad del Escudo Laurentino a la Unión Americana. Se erige la coraza superior de Fortress America.

PANAMÁ Y EL ESCUDO CARIBEÑO

Mientras el Escudo Laurentino protege el perímetro norte, el flanco sur requiere su propia forma de protección, personificada en el Escudo de Seguridad del Gran Caribe, que sirve como el escudo de defensa para la región del Golfo de México y el Caribe. El Escudo Caribeño no es una formación natural propiamente, sino una configuración militar clave para EE.UU, conformada por bases militares, navales, aéreas y destacamentos menores protegiendo el vientre blando de Fortress America. Juntas, estas bases habilitan el control férreo del Golfo-Caribe como un “Mare Nostrum“.

El término, inspirado por el estratega naval Alfred T. Mahan, se traduce como “nuestro mar” y se refiere al Golfo-Caribe como una especie de Mar Mediterráneo, un mar prácticamente cerrado con accesos fácilmente controlables. Y sobre todo, caracteriza a la región como una zona crítica para los intereses militares y económicos de EE.UU.

“El Golfo de México y el Caribe, en conjunto, forman un tipo de mar interior, o Mediterráneo […] La nación que controla la entrada al Golfo de México y el istmo al sur domina el Caribe. Y al dominar el Caribe, controla las rutas marítimas centrales de las Américas […] Para asegurar el flanco sur de los Estados Unidos, es imperativo mantener la superioridad naval en el Caribe, garantizando que ninguna potencia hostil pueda establecer una presencia en esta cuenca estratégica“, precisó Mahan en su magnum opus, La Influencia del Poder Naval en la Historia, en 1890.

El concepto cobró fuerza inmediatamente. Influyó en la Guerra Hispano-Estadounidense (1898), la construcción del Canal de Panamá (1904-1914) y la política intervencionista estadounidense hacia América Latina y el Caribe, a través del Corolario Roosevelt (1904), una ampliación a la Doctrina Monroe que derivó en mayor injerencismo en la región. Es así como podemos comprender la petulante propuesta de Donald Trump para renombrar el Golfo de México como Golfo de América. No es ninguna sorpresa; para los gringos, desde hace más de un siglo que ha sido su mar y de nadie más. Así

El Gran Caribe: defensa perimetral.

EXTENDIENDO EL ESCUDO, PROYECCIÓN AL PACÍFICO

La noción del “Mare Nostrum” continúa vigente hasta el día de hoy. La principal aplicación conceptual, el Escudo de Seguridad del Gran Caribe, coloca al Canal de Panamá como nodo clave de este perímetro de defensa. No hay que olvidar que hasta 1999 el Canal albergaba una base militar estadounidense. Otros puntos neurálgicos del Escudo son Guantanamo, República Dominicana, Puerto Rico, Curaçao, Florida, entre otros.

Pero más allá de formar el corazón del Escudo caribeño, el Canal de Panamá también se convierte en un eje de maniobra transoceánico, con cobertura más allá del Caribe, ahora extendiendo su proyección hasta el Pacífico, luego de que a finales del 2024, el gobierno de Ecuador entregara las Islas Galápagos a EE.UU para la construcción de una base militar.

“La base que quiere EE.UU […] no es para combatir el narcotráfico ni para ayudarnos a luchar contra el crimen organizado. Necesitan esa base para la Tercera Guerra Mundial contra China, como parte de su estrategia del control del Pacífico“, aseveró el ex-candidato presidencial correista Andrés Arauz en su momento.

Gral. Laura Richardson y Presidente Daniel Noboa: SOUTHCOM en Galapágos.

Apropiándose del Canal de Panamá y el Paso del Noroeste, EE.UU no solo reforzaría su presencia militar en el hemisferio, también controlaría dos puntos de acceso estratégicos para la navegación transoceánica. La visión de Trump de Fortress America no se trata solo de erigir un cerco defensivo alrededor de EE.UU; se trata de dominar los océanos, asegurar rutas críticas de tránsito y garantizar que nadie, mucho menos China o Rusia, pueda desafiar la supremacía estadounidense en el Dominio Marítimo atlanticista.

MÉXICO EN LA JAULA DE FORTRESS AMERICA

Ni capricho, ni excentricidad. Las artimañas de Donald Trump y sus estrategas de seguridad nacional en torno a Groenlandia, Canadá y Panamá son parte un proyecto claro para consolidar un perímetro defensivo alrededor de América del Norte, un escudo impenetrable que abone a la estrategia de EE.UU en la siguiente fase de competencia geopolítica del mundo multipolar.

Están levantando la nueva Fortress America con un fervor inusitado, y a su paso, reescriben la trayectoria geopolítica del continente. México no puede darse el lujo de ser un espectador; su papel en este nuevo tablero geopolítico es decisivo.

México no puede dejarse avasallar.

Con amenazas de acción militar unilateral en territorio mexicano, y focos estratégicos para EE.UU como el Istmo de Tehuantepec, la Península de Yucatán y una frontera compartida de más de 3 mil kilómetros, México se enfrenta a un panorama complicado. El prospecto geopolítico mexicano, los riesgos y oportunidades rebasan el análisis del presente texto, para ser elaborados en otra ocasión. Pero algo es evidente, el planeta entero se encuentra en flujo, y México debe prepararse para enfrentar una nueva realidad en la que su lugar, y su existencia, están en juego.

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