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Tromba de Obsidiana

Luis Andrés Rivera Levario. Vocero de Salvemos los Cerros de Chihuahua.

La simulación es cuando se “representa” falsamente la realización de un hecho con el fin de manipular o engañar a un grupo o sector social, buscando algún fin generalmente político, económico o de prestigio.

El extractivismo, por su parte, es un modelo económico basado en la explotación y extracción de los bienes comunes, los servicios y los productos de la naturaleza y del trabajo humano. Un ejemplo visual de este modelo es una mina a tajo abierto: daño irreparable a cambio de que un pequeño sector acumule ganancias.

El “ambientalismo” moderno surge de la vieja dicotomía liberal/conservador. Encuentra su contradicción en los límites del progreso y la conservación, ambos subordinados a modelos económicos de ganancia privada, como el extractivismo. En otras palabras, es una oposición parcial que busca suavizar las aristas de un sistema político y económico basado en el daño ambiental.

La mayoría de los “ambientalismos” no buscan detener el daño, sino regularlo. Frente a esa contradicción, emergen otras categorías como la lucha climática, la defensa del territorio o las luchas de los pueblos originarios, que sí cuestionan las raíces del modelo capitalista y la falsa oposición entre liberalismo y conservadurismo, dos caras de una misma moneda.

En los últimos años, con el auge de las luchas socioambientales en todo el país y la defensa de los bienes comunes naturales, desde los gobiernos, la academia y muchas ONG han surgido nuevas formas de extractivismo que buscan simular la protección ambiental. El objetivo: blindarse ante el descrédito que los movimientos populares han sabido señalar.

Un ejemplo de esto es el llamado “Día del Murciélago”, decretado por el Congreso del Estado y votado por los mismos diputados que se opusieron a la protección del Cerro del Caballo, hogar de una gran cantidad de murciélagos. No es que les importe una cosa y la otra no: ambas les resultan irrelevantes fuera de su dimensión como mercancía o de los beneficios políticos y económicos que puedan extraer de ellas.

Les importa la naturaleza solo si pueden obtener ganancias privadas, simular compromiso para sostener su “legitimidad” o posicionarse políticamente. El ejemplo más claro de esta alianza entre simulación y extractivismo es el Partido Verde, que de ecologista solo tiene el nombre, y que históricamente ha apoyado las causas más oscuras de la sociedad mexicana —como la pena de muerte en su momento—.

Por eso hay que desconfiar de estos sectores y seguir impulsando un criterio propio frente a la mentira, la simulación y el extractivismo político, académico y mediático.