
Por: Josselyn Enriquez
Chihuahua, Chih.- En el mundo, casi 39.9 millones de personas han vivido con VIH desde 1984 hasta 2023 y más de 630 mil han fallecido por enfermedades relacionadas con la infección. Aunque la mortalidad global por Sida ha disminuido -56% entre mujeres y niñas, y 47% entre hombres y niños desde 2010– la epidemia continúa siendo uno de los retos más complejos de la salud pública mundial.
Actualmente, Chihuahua ocupa el 13° lugar nacional, con 11,160 personas viviendo con VIH al tercer trimestre de 2024. De ellas, 82% son hombres (9,152) y 18% mujeres (2,008).
En México, al 15 de abril de 2024, existen 375,296 personas viviendo con VIH/Sida. El 81.9% son hombres y el 18.1% mujeres. De los casos acumulados, 112,706 personas han fallecido, lo que representa el 30.80% del total.
El país registra una tasa de mortalidad de 3.7 por cada 100 mil habitantes, mientras que Chihuahua supera ligeramente esa cifra con 3.79 defunciones por cada 100 mil habitantes. La epidemia en el estado tiene su origen documentado en 1984, cuando el Intituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) registró el primer caso en Hidalgo del Parral: un hombre de 33 años.
Mientras las cifras se acumulan y la atención institucional avanza lentamente, una organización comunitaria lleva 27 años respondiendo, muchas veces sola, en los espacios donde el sistema de salud no llega: Fátima IBP.

Cómo un primer acompañamiento transformó el rumbo de la atención al VIH en Chihuahua

La organización nació a partir de un encuentro que marcaría el rumbo de un grupo de mujeres.
Luisa Camberos de Cruz y Emma Saldaña de Granados, fundadoras de Fátima IBP, se acercaron en 1993 a una persona que vivía una situación crítica tras ser diagnosticada con SIDA. Aquella vivienda -un cuarto oscuro, frío, sucio, sin apoyo familiar ni médico- era el retrato de un estigma que, en ese momento, era aún más devastador que el virus mismo.
A este esfuerzo inicial se unirían después Yolanda Touché, Socorro Guerrero de Herrera y Flora Elena Muñoz.
La persona que atendieron se llamaba Fátima Torres, una mujer trans que ejercía el trabajo sexual y que, como muchas otras, enfrentaba discriminación extrema. Las fundadoras la apoyaron en su cuidado inmediato y, al hacerlo, descubrieron que no era la única viviendo esa realidad: quienes contraían VIH o enfermedades de transmisión sexual quedaban completamente desprotegidas y marginadas ante un sistema que carecía de información, servicios especializados y redes de apoyo.
Con el tiempo, el acompañamiento a Fátima se convirtió en un espacio de encuentro para más personas que vivían con VIH, junto con sus familias. Allí compartían necesidades, miedos, información y, sobre todo, la certeza de que nadie más estaba respondiendo.

Ese pequeño espacio, que inició con actividades básicas y recaudación de fondos casa por casa, fue tomando forma.
Las mismas fundadoras convirtieron su propia casa -primero en un cuarto, luego en una sala adaptada- en un lugar donde la gente podía bañarse, lavar su ropa, recibir un plato caliente o simplemente descansar, porque no existían servicios públicos que acogieran a quienes vivían con VIH.
Había días en que llegaban hasta diez personas buscando un lugar seguro, y ellas abrían la puerta.
Hace 27 años, se constituyó formalmente como Fátima, Institución de Beneficencia Privada.
Fátima -la mujer cuyo nombre hoy lleva la organización- dejó el trabajo sexual para dedicarse de lleno al proyecto comunitario. Vivió allí, acompañó a otras personas enfermas, ayudó en cocina y limpieza, recibió a quienes llegaban sin familia. Falleció hace dos años, después de haber sido una pieza central en la construcción de la institución pero su nombre y presencia siempre será un legado para seguir impulsando los derechos humanos.

Un espacio de cuidados, acompañamiento y servicios
A diferencia de otras asociaciones civiles, Fátima IBP opera en instalaciones que funcionan como hogar.
En su sede actual, pueden dormir personas que llegan sin familia o sin un lugar seguro, se ofrecen baños calientes, hay cocina comunitaria, se entregan donativos de ropa, cobijas, zapatos, se reciben víveres, se asignan espacios para descanso, y se brinda acompañamiento diario, no solo en citas médicas.

Muchos llegan después de haber sido rechazados por sus familias. Otros, recién diagnosticados, sin saber qué hacer. Y otros más, en situación de calle, donde vivir con VIH implica un riesgo adicional: no poder sostener un tratamiento sin comida, sin agua y sin un espacio estable.
La institución, desde sus primeros años, ha funcionado como albergue temporal, especialmente en emergencias, recaídas, abandono o violencia familiar.

Todo esto se sostiene con donativos y trabajo voluntario, no con presupuesto gubernamental.
El trabajo principal ha sido acompañar a poblaciones vulnerables. La organización desarrolla: pruebas rápidas de VIH y hepatitis C, orientación y consejería, enlace a servicios médicos, acompañamiento para personas que retoman tratamiento, actividades de prevención en escuelas y colonias, apoyo a personas usuarias de sustancias, atención básica, alimentación y estancia temporal en casos de emergencia.
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Gran parte de este trabajo ocurre fuera de oficinas, en territorio, donde la atención pública es limitada o inexistente.
Con el paso del tiempo, uno de los casos que comenzaron a detectar en campo fue el aumento del consumo de drogas inyectables en zonas específicas de Chihuahua, una práctica que incrementa el riesgo de transmisión de VIH y hepatitis C cuando se comparte material.
De esa necesidad nació su programa de reducción de riesgos y daños.
Consumo inyectable en Chihuahua: un programa comunitario en zonas sin atención

El programa combina recolección de jeringas usadas, entrega de insumos estériles, difusión de prácticas de autocuidado y canalización a servicios de salud.
La reducción de riesgos y daños es una política de salud que busca disminuir las consecuencias negativas del consumo de drogas sin exigir la abstinencia. Incluye acciones como la provisión de jeringas estériles, información para prevenir infecciones y el acceso a atención médica, con el fin de reducir contagios de VIH/SIDA, hepatitis y otras enfermedades, y de minimizar daños a personas usuarias y a terceros.
El personal realiza recorridos periódicos en puntos de consumo inyectable, con visitas programadas cada ocho días en los lugares donde existe vínculo con las personas atendidas. En esas visitas se recolectan jeringas usadas, se entregan jeringas nuevas y se proporciona información sobre cuidado de la salud. La dinámica incluye la identificación de otras necesidades y la gestión de canalizaciones a servicios médicos con acompañamiento para asegurar el seguimiento.

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Las intervenciones se concentran en la zona sur y en parte del centro de la ciudad, según el mapeo interno de la organización. La cobertura es limitada por recursos y por la necesidad de generar confianza en cada punto; la apertura a nuevos espacios requiere presencia sostenida y trabajo comunitario previo.
El programa atiende riesgos específicos. La recolección de jeringas evita que material punzocortante quede en espacios públicos o en botes de basura sin protección, lo que reduce el riesgo de transmisión a personas que recolectan residuos. La entrega de insumos estériles y la información sobre prácticas seguras buscan disminuir la transmisión de hepatitis C y el contagio por uso compartido de jeringas.
El estigma asociado a la donación de jeringas y al uso de drogas complica la ampliación del programa. La intervención de Fátima IBP incluye trabajo para reducir ese estigma mediante el trato respetuoso y la generación de confianza, de modo que las personas usuarias acepten el acompañamiento y participen en las actividades regulares del programa.
Las condiciones de trabajo implican riesgos de seguridad para el personal por la inseguridad en algunos puntos. La organización toma precauciones y ha iniciado acercamientos con corporaciones de seguridad pública para promover medidas preventivas durante revisiones a personas usuarias, el objetivo es facilitar el acceso a los espacios identificados sin que esto afecte la seguridad del equipo ni de las personas atendidas.
El alcance del programa depende de donativos y de la colaboración con otras instituciones. Fátima IBP reporta que con mayor vinculación con gobierno y con proyectos externos sería posible ampliar la intervención a localidades fuera de la ciudad, incluidas comunidades de la sierra, donde el acceso a información y servicios es más limitado.
Datos recientes del programa (agosto–noviembre 2025)
- 600 personas beneficiadas con kits de prevención e inyección segura.
- 400 pruebas rápidas de VIH y VHC realizadas en territorio.
Una intervención que también reconstruye comunidad
Además de la atención directa, la intervención incluye diálogo con vecinos, identificación de dinámicas locales y trabajo conjunto para disminuir riesgos. La presencia constante permite visibilizar necesidades que no llegan a registros oficiales y fortalece el tejido social.
Fátima IBP sostiene un programa que opera en zonas vulnerables donde hay consumo en vía pública, ausencia de atención especializada y poca presencia institucional. Es un trabajo que no solo reduce riesgos sanitarios: también construye comunidad y abre caminos de dignidad en territorios donde pocas instituciones intervienen.
Relación con el gobierno: vínculos pendientes y necesidades no atendidas

Para la organización, la falta de articulación institucional sigue siendo uno de los principales obstáculos. Desde Fátima IBP reconocen que las organizaciones de la sociedad civil terminan especializándose en los temas que trabajan y que, por ello, deberían ser aliadas estratégicas del Estado en áreas donde las instituciones públicas no alcanzan a cubrir.
En el área de salud -particularmente en VIH- el equipo enfatiza que han procurado profesionalizarse constantemente, pero aun así no existen convenios vigentes ni con el municipio ni con el estado. La vinculación institucional ha sido limitada.
En meses recientes, explican, atravesaron un periodo de desabasto de algunos medicamentos en ciertos sectores del sistema de salud. Aunque la situación comienza a estabilizarse, las organizaciones dependen en gran medida de los insumos proporcionados por el CAPASITS: pruebas rápidas, material preventivo y, en ocasiones, canalizaciones.
“Estuvimos mucho tiempo sin pruebas; ahorita apenas empieza otra vez. Los recursos que tenemos como organizaciones son pocos y el gobierno tendría que proveer esas necesidades, porque al final es lo que llega a la comunidad”.
Para Fátima IBP, es necesario crear mesas de coordinación donde participen autoridades y organizaciones enfocadas en salud comunitaria. Consideran que estos espacios permitirían que las instituciones conocieran la realidad que se vive en campo y que, a partir de ello, se fortalecieran las políticas públicas.
Intervención comunitarias guía trabajo de Fátima IBP
En el marco del Día Mundial de la Respuesta ante el VIH/SIDA, Fátima IBP anunció su programa de actividades comunitarias, que se realizarán del 19 de noviembre al 6 de diciembre. Iniciaron con la Feria de Salud en la JMAS, del 19 al 21 de noviembre; continuó el 26 de noviembre con una charla informativa y aplicación de pruebas rápidas en un centro de rehabilitación; y el 1 de diciembre llevarán a cabo pruebas rápidas y boteo en la Plaza de Armas, de 10:00 a 13:00 horas, además de la conferencia “El VIH y su impacto para personal de empresa privada”.

Para el 5 de diciembre, realizarán dos actividades con causa: una jornada de colecta y recaudación de fondos en The Show Bar Club, y el evento “Más glitter, menos estigma” en Bandidos Night Club, enfocado en promover espacios seguros y visibilizar la lucha contra el VIH. Finalmente, el 6 de diciembre cerrarán con “Noches de Ópera”, espectáculo a beneficio con Rocío Herrera (soprano) y Jorge Talamantes (barítono).

La organización afirmó que, mantendrá su trabajo comunitario y continuará reforzando sus líneas centrales de acción: derechos humanos, salud, acompañamiento y apoyo para las personas que viven con VIH, personas que consumen drogas y poblaciones en situación de vulnerabilidad.
Datos y panorama del VIH/SIDA y sus implicaciones en el tratamiento
En el marco del Día Mundial del Sida, a 1 de diciembre del 2025, el Dr. Alfredo Antonio Guzmán Macías, responsable del programa estatal de VIH/ITS/VHC, informó que, desde 1984 y hasta el cierre del tercer trimestre de 2025, en Chihuahua se han identificado 12,113 diagnósticos de VIH, así como 3,122 defunciones asociadas. Indicó que la distribución por sexo muestra una razón aproximada de cinco hombres por cada mujer, lo que representa el 83% de los casos en población masculina.

Explicó que, a pesar de la magnitud acumulada de la epidemia, los avances en diagnóstico y tratamiento han permitido que 87% de las personas que viven con VIH conozcan su condición. Según ONUSIDA (2022), el 86% de las personas diagnosticadas conocen su estatus serológico; de ellas, 77% tiene acceso a tratamiento y, dentro de este grupo, 93% se encuentra en supresión viral.
A nivel global, informó que 31.6 millones de personas reciben terapia antirretroviral, en comparación con los 7.7 millones registrados en 2010, lo que refleja un incremento significativo en el acceso al tratamiento. Estos medicamentos permiten mantener la infección bajo control y disminuyen el riesgo de transmisión.
El Dr. Alfredo Macías, explicó que en los primeros años de la epidemia el diagnóstico de VIH se asociaba con desenlaces en poco tiempo, pues el conocimiento y las opciones terapéuticas eran limitadas. Señaló que el VIH es el virus de la inmunodeficiencia humana y que no debe confundirse con el SIDA. Precisó que el VIH es un retrovirus porque posee una enzima que facilita su reproducción dentro de las células humanas.
Detalló que el SIDA es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida y que un síndrome se define como un conjunto de signos y síntomas: los signos observados por personal médico mediante exploración o estudios, y los síntomas reportados por la persona afectada. Subrayó que el SIDA es consecuencia de la evolución del VIH cuando no existe tratamiento o no se mantiene de forma adecuada.
Señaló que la información y la difusión siguen siendo necesarias, ya que diversas formas de estigma y discriminación que surgieron en las décadas de 1980 y 1990 continúan presentes. Por ello, destacó la importancia de mantener procesos de sensibilización y de acceso a datos precisos sobre la infección y su manejo.
